jueves, 28 de febrero de 2019


 Holodomor, o cómo Stalin mató de hambre a          millones de ucranianos
 "Holodomor", deriva del ucraniano "moriti golodom" y se traduce como "matar de hambre", fue una catástrofe humanitaria ocurrida en los años 30 del siglo XX, responsabilidad del dictador soviético Josef Stalin, que se aplicó con especial virulencia en Ucrania y que según diversos estudios pudo llegar a los 10 millones de muertos, sufridos por personas de todas las edades.
El “hambre como arma” fue una de las formas más terroríficas de represión empleadas por el comunismo y también por la Unión Soviética durante el siglo XX. Oficialmente el primer gran crimen de este calibre tendría lugar en Ucrania, el sur de RUSIA Y Asia Central entre 1921 y 1922 se conoce como la “hambruna del Volga”. Pero lo peor para Ucrania estaba por llegar.
Era 1924 y hacía apenas cuatro años que se había puesto en marcha el primer plan quinquenal de la URSS, cuyo objetivo era levantar la industria pesada, a partir de una importante reforma agraria, pero la desastrosa decisión de la Unión Soviética de forzar a los campesinos a renunciar a sus tierras y a unirse a las granjas colectivas, el caos que siguió a esta política, responsabilidad de Josef Stalin, Secretario General del Partido Comunista Soviético, habían conducido al país al límite del hambre. Todo comenzó, paradójicamente, después de un año relativamente bueno para la cosecha ucraniana, el de 1931. A los ojos de la URSS, demasiado bueno, así que obligó a la región a contribuir con el 42% de su producción de cereales, cuando las autoridades soviéticas empezaron a requisar el pan, los granos de maíz, el cereal, las patatas y todos los demás alimentos que constituían el sustento de una población mayoritariamente rural, en un país considerado entonces "el granero de Europa" sabía que la población estaba condenada a sufrir hambre.

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En apenas unos meses, a comienzos de la primavera de 1932, los campesinos ucranianos comenzaban a morir de hambre. Algunos documentos encontrados hablan de niños hinchados por la falta de alimento, de familias obligadas a alimentarse de la hierba, de migraciones masivas para encontrar algo que echarse a la boca y de cadáveres a la intemperie en las calles porque nadie tenía fuerzas para enterrarlos.
La situación no mejoró durante el verano, pero muchos esperaban aún una respuesta por parte del régimen que evitase una situación aún peor. Esta no solo no llegó, sino que las decisiones de Stalin agravaron aún más la situación de millones de ucranianos. Se aprobó la conocida como ley de las tres espigas, que imponía penas durísimas para aquellos que robasen cualquier propiedad estatal, lo que en la práctica incluía a aquellos que reservaban un poco de comida para el consumo personal. La siguiente decisión fue endurecer aún más las expropiaciones de alimentos por parte del ejército soviético. En otoño llegaron dos comisiones a Ucrania.
La gran pregunta relacionada con el Holodomor es si esta hambruna fue programada y causada de manera deliberada por Stalin, como una espantosa expresión de su odio a Ucrania y su movimiento nacionalista.
Hoy son muchas las naciones que reconocen esta hambruna como un genocidio en toda regla. Otros organismos, no obstante, han condenado el Holodomor pero no han querido utilizar dicho término para definirlo. El Parlamento Europeo, por ejemplo, lo reconoció en 2008 como un crimen contra la humanidad. 
Los niños  veían a sus padres volver todos los días a casa con las manos vacías después de trabajar duramente en una granja colectiva."Mi madre nos cantaba canciones y nos recitaba poemas para que nos olvidáramos del hambre", han contado algunos supervivientes, pero poemas que según el tipo era difícil de plasmar,  porque como publicaba El País el domingo 24 de febrero de 2019 la poeta ucraniana Anna Ajmátova componía siempre a mano , escribía los versos sobre el papel, después hacia correcciones, hacía una copia en limpio  y la enviaba a una revista, o la dejaba aparte hasta completar todo un ciclo de poemas y luego acudía a un editor, todo esto antes de la primera guerra mundial. Después la poesía era peligrosa pero al mismo tiempo, para Ajmátova, también necesaria. Así el poema que creaba estaba a salvo mientras Ajmátova memorizase cada fragmento y después lo quemase, pero para que el poema pudiera existir, tenía que ser compartido y anidar en la mente de otros. Con suma precaución Ajmátova reunía a sus amigas más íntimas, no más de una docena de mujeres, y les leía  el poema una y otra vez hasta que se lo aprendían al dedillo.

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