Durante los años previos a la Revolución Rusa, el arte era un reflejo del malestar de la sociedad rusa.Como se pueden apreciar en la exposición que hay actualmente en Madrid que la fundación Mapfre ha inagurado recientemente, esta muestra recorre la producción más radical de principios del siglo XX en el este de Europa, en la que tienen mayor protagonismo Marc Chagall y Kazimir Malévich,, que abrieron la puerta a una revolución artística y social que no tardaría en materializarse en la revolución de octubre en 1917.
El comisario de la exposición Jean-Louis Prat relató: no fue la Revolución la que forjó las vanguardias y la modernidad, sino que fueron los artistas los que se erigieron en revolucionarios antes de la Revolución.Ese ambiente social y artístico explica el modo en que estos artistas anticipan con sus obras el proceso subversivo que representa la llegada de ese nuevo régimen, que terminaría siendo totalitario.
Los artistas de vanguardia del país vieron una oportunidad única. Ya que Rusia era algo totalmente nuevo, su arte también debía serlo. Se optó por un arte absolutamente inédito, que pretendía ser avanzado y democrático, y que se denominó arte no objetivo. La tónica fue el experimentalismo.
Los artistas vencieron a sus políticos:el arte ruso de la época derivaría en los más delirantes movimientos de vanguardia e infectaría toda Europa con sus propuestas sin imposiciones. Los artistas tenían libertad de expresión, y además, en los primeros años, estaban del lado del poder establecido( Cosa rara en la historia del arte).
La nueva sociedad radical y progresista merecía un arte igual de radical y progresista. Y los artistas empezaron a trabajar en una identidad visual para el comunismo.
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