Aquel 1 de agosto de 1944 la paciencia y el dolor de los polacos habían superado todos los límites. Ya hacía cinco años que los nazis había invadido Polonia dejando tras su desoladora invasión la huella de un martirio sin límites, una destrucción como si hubiera sido pergeñada por el mismísimo Diablo, la terrible huella de espantosas matanzas, de saqueos, de violaciones, de una destrucción y una desolación como pocas veces hasta entonces se habían visto.
Precisamente, ese 1 de agosto de 1944 las tropas del Ejército Rojo estaban a las puertas de la frontera polaca. Y los polacos, los resistentes aglutinados en Varsovia, debían dar un paso adelante para liberar su tierra antes de que la «liberara» Stalin. De paso, esperaban la ayuda aliada, principalmente de los británicos. Todo ello formaba parte de la llamada Operación Tempestad, que debía poner en marcha el llamado Armia Krajowa(Ejército Territorial, también conocido como Ejército Nacional o Ejército del País) comandado por Tadeusz Bór-Komorowski que era el grupo de resistencia auspiciado por el Gobierno polaco en el exilio.
A primera hora de la tarde, unos soldados alemanes descubrieron a unos partisanos cargando armas en un camión, los resistentes acabaron con ellos pero el levantamiento no podía esperar ni un minuto más. A las 5 de la tarde, empezaba la sublevación en diversas zonas de Varsovia. El centro y la ciudad antigua fueron liberados rápidamente, pero en otras partes la cosa no fue tan fácil. Muchos grupos de sublevados quedaron aislados unos de otros, sin ningún tipo de contacto, lo cual facilitaba la labor de los nazis. Los resistentes levantaron barricadas y fortificaciones con los escombros y las ruinas, incluso con algunos vehículos alemanes de los que se habían apropiado.
Entre los días 9 y 18 de agosto toda la ciudad estaba en
llamas, y se libraban combates en cualquier plaza, en cualquier calle, en
cualquier esquina. Pero la resistencia iba quedando reducida ante la
superioridad, sobre todo aérea y artillera, de los alemanes. Muchos polacos
huyeron por las alcantarillas y cloacas. La ayuda aliada era escasa. Llegaba
por avión y era lanzada en paracaídas, cayendo casi siempre en manos de los
propios alemanes.
El 10 de septiembre, el Ejército Rojo estaba en los
suburbios de Varsovia. Los polacos intentaron ponerse en contacto con los
soviéticos, pero las conversaciones no fructificaron. La Historia aún
no ha decidido si los rusos no quisieron o no pudieron meterse de lleno en la
liberación de Varsovia. Los polacos ya estaban completamente
convencidos de que no tendrían ninguna ayuda y solo valía resistir y morir ante
los nazis. El propio jefe de las SS, Himmler, declaró que los combates fueron
«una de las más mortíferas batallas desde el comienzo de la guerra, tan difícil
como la lucha por Stalingrado». Exagerase o no, llegó la hora de la rendición.
El 2 de octubre, el general Tadeusz Bór-Komorowski firmó
la capitulación. El documento, al menos, aseguraba que los polacos serían
tratados como prisioneros de guerra en los términos de la Convención de
Ginebra. ¿Pero fue así?
Al día siguiente, 15.000 miembros del Ejército Territorial
fueron encerrados en diversos campos de Alemania, en tanto que la práctica
totalidad de la población de Varsovia era enviada temporalmente al campo de
concentración Durchgangslager
121 en Pruszków. La cifra de personas podía superar el medio
millón. Posteriormente, casi 100.000 fueron deportadas a campos de trabajo en
Alemania y alrededor de 60.000 acabaron en los campos de exterminio de
Ravensbruck, Auschwitz y
Mauthausen.
Venganza diabólica
Pero la venganza alemana no quedó ahí. Como había ordenado
Hitler, los nazis no querían que de Varsovia quedara piedra sobre piedra.
Comandados por oficiales de ingenieros y armados con explosivos y lanzallamas,
los alemanes fueron borrando del mapa los edificios de Varsovia, casa a casa,
portal a portal. Las cifras son espeluznantes: se destruyeron 10.455
edificios, 923 de ellos de carácter histórico, 25 iglesias, 14 bibliotecas
incluyendo la Biblioteca Nacional, 81 escuelas primarias y 64 escuelas
secundarias.
El 17 de enero de 1945 el Ejército Rojo ocupaba
Varsovia... lo que quedaba de ella. El Alzamiento se había
llevado por delante la vida de 250.000 personas. Entre Stalin y Hitler,
Varsovia ya solo estaba habitada por fantasmas.
Sobre estos hechos, hay película de Jana Komasy rodada en 2014.
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